Ayer, después de terminar mi trabajo, me volví a encontrar con El Cuerdo. Estaba sentado en una banca, mirando la inmensidad del mundo con sus ojos juiciosos y sabios. Mientras subía la empinada cuesta hacia mi morada, El Cuerdo me miró, con su mirada penetrante, examinadora. Pronunció una oración, probablemente una frase llena de sabiduría, algo que jamás entenderé porque no soy lo suficientemente apto para tal ancestral conocimiento. Fui en ese momento en que decidí responderle (en mi mente, porque temo causar su furia) con las palabras que escribiré a continuación. ¡Oh, cuerdo! ¡Tú que puedes elegir vivir en desnudez o elegir la ropa que más te guste, al mismo tiempo que ignoras a los insensatos y los chismosos! Mientras yo, en mi locura, debo vestir de trajes, con corbatas que asfixian mi espíritu, camisas que contienen mi pecho, pantalones que ralentizan mis pasos. En mi locura debo vestir lo que no quiero, y los que son como yo también visten lo que deben. No pueden, ni quie...