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Maestro de criaturas de bolsillo


S camina lentamente mientras retorna a su hogar, con su fiel compañero Pica subido en su hombro derecho. Hace algunas semanas, habían logrado su mayor logro; ser el mejor del mundo. Y para llegar hasta allí, h
an pasado tantas aventuras, conocido a tantas criaturas, luchado contra poderosos rivales, hecho amistades, defendiéndolos de los pillos, explorando mares, cuevas, montañas. Aprendiendo cosas nuevas, recordando otras, perdiendo, ganando, llorando y riendo. Ahora que es el campeón del mundo, estará más cerca de lo que fue su sueño, aquel sueño que tuvo cuando salió de ese mismo pueblo al que volvía. 

S nunca había sido de meditar mucho las cosas, ese impulso infantil no lo había perdido y su fiel compañero lo sabía, ya que eran tan para cual, dos gotas de agua en un aguacero. Su gorro, su vestimenta, sus pasos, todos habían sido diferentes y sin embargo el seguía siendo el mismo, ese chico de 10 años. Es por ello que borró esa idea melancólica y redobló sus pasos. 

Apenas llegó a su casa, le recibió el fiel compañero de su madre, el Sr. Mimo. Cuando entró, su madre lo recibió con alegría, mientras preparaba la cena. Ella parecía tener una habilidad premonitoria, siempre sabía el momento en el que su hijo regresaría a casa y no dudaría en prepararle algo delicioso al retornar de maratónica jornada. Luego de darse un baño, S y Pica estaban listos para comer. Se sentaron juntos en la mesa, por así decirlo, ya que en realidad el pequeño roedor se limpiaba diligentemente las patitas, daba unos cuandos brincos y trepaba hasta la mesa, en la cual le esperaban unas ricas croquetas. 

Su madre no le preguntaba nada, solo lo miraba con la satisfacción y el orgullo de tener a su hijo, haciendo lo que más le gustaba.

Pasó un día y S decidió salir al campo a disfrutar del aire libre. Su madre, al verlo salir con premura, le dijo que le había comprado zapatillas nuevas, cosa que el joven terminó ignorando. Sabiendo que su hijo volvería, dejó las zapatillas en su cuarto y volvió con sus quehaceres.

Tras explorar el bosque que se conocía a la perfección, ya que siempre fue el lugar en donde pasaba la mayor parte del tiempo antes de realizar su largo viaje, terminó durmiéndose al lado de un árbol frondoso. Pica, al ver que su amigo dormía, lo acompañó en su letargo. Y durmieron un par de horas hasta que el sonido de la lluvia y el cambio de termperatura, los despertó. Ambos se mantuvieron en silencio por unos segundos, escuchando las gotas caer alrededor suyo, cada vez más y más rápido. Cada una de esas gotas era un recuerdo, un día, un año. S notó que algo en él empezaba a cambiar. Miró sus manos y vio que no eran pequeñas, sino enormes palmas de un hombre curtido, piernas endurecidas por largas caminatas, vio que su cabello negro azabache mostraba algunos cabellos plateados. Un charco cercano que se había formado recientemente le mostró su verdadero yo: un hombre con más de 30 años junto a un pequeño y envejecido roedor. 

Pica empezó a toser, a lo cual S lo cubrió con su chaleco. Mientras calentaba con su propio cuerpo al pequeño animal, S se dio cuenta que su travesía había acabado. ¿Había logrado su meta? ¿Era ya un maestro o todavía le faltaba más por aprender? ¿Había valido la pena viajar tan lejos? El profesor y su madre ya habían fallecido hace varios años y él sabía que era Sr. Mimo el que creaba las ilusiones para poder mantenerlo contento. Su antiguo y primer rival ya se había casado, tenido hijos y ahora se encargaba de cuidar la reserva en donde S dejaba a las otras criaturas que iba consiguiendo a lo largo de sus aventuras. También sabía que aquella chica de la bicicleta lo esperó por varios años en su acuario, pero terminó por aburrirse y trató de formar una familia. Tras tres intentos fallidos, decidió que las relaciones a largo plazo no eran lo suyo y se planteó criar a sus hijas sola, las que tras varios años tomaron el rol de sus hermanas. El hombre duro como la roca pero débil ante el amor continúa con sus intentos de casanova, aunque ahora es mucho más cauto que antes, ya pasó un tiempo en la cárcel por pasarse de intenso. Y así, S sabía que el mundo no lo había esperado, todos siguieron con sus vidas mientras él ignoraba la edad y trataba de escapar del tiempo. 

Ahora lo había logrado, su mente y su corazón lo sabían. Había llegado al final de su camino. 

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El profesor de la ciudad le sugirió que enterrase a su compañero en el cementerio que tenía en la reserva, sin embargo S se negó. Decidió enterrarlo en un pequeño nicho, cerca a su casa. Así, de esta manera, él volvería a verlo cada vez que regresara a casa, ya que su viaje había terminado. Al escuchar esto, su antiguo rival le preguntó:

- ¿Lograste tu sueño? ¿Eres un maestro?

Nuevamente su mente se llenó de recuerdos. ¿Podría seguir viajando sin Pica? ¿Él hubiese querido esto? 

S suspiró. Y nuevamente sintió esa vieja sensación, el aire juvenil recobró sus sentidos. Pudo mirar como Pica corría hacia un nuevo sendero. Y así, S continuaría su viaje, porque para seguir aprendiendo nunca se es viejo. 

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