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Leer un cuento


Dentro del mar de libros de segunda mano, entre un libro religioso y un texto escolar desactualizado emerge un libro con portada singular. Se encuentra en perfecto estado, forrado y con una etiqueta del anterior dueño, que, a diferencia mía, tuvo que comprar aquel libro por necesidad más que por placer. Me detengo unos instantes a leer la letra elegante escrita en la portada, imagino su personalidad, sus amistades, sus aficiones y penurias mientras mi vista viaja por cada uno de los trazos que forma su nombre y apellido. Abro la pasta y mis dedos viajan lentamente entre las hojas mientras sienten con el tacto la calidad del papel, al mismo tiempo que mis ojos complementan dicho trabajo leyendo vagamente retazos de textos, de oraciones sin contexto.

Voy a la contraportada y leo la sinopsis de la obra: no me convence del todo, aunque recordando que este libro está en oferta y, por lo tanto, no me costará mucho, cambio de parecer y lo junto con el resto de los libros que me llevaré a casa. 

Satisfecho por la labor del día de hoy, procedo a realizar el pago, previa verificación de la dueña del local, la cual mira sin interés cada uno de los libros y los suma de forma mental, hasta que en el cuarto libro se da cuenta que ha olvidado por completo la cuenta y necesita la calculadora de su celular para darme el precio final. Tras un segundo análisis, ella vuelve a calcular precio por precio, mientras yo me imagino leyendo en mi pequeño sofá mientras escucho el sonido de la ciudad retándome, buscando distraerme con el sonido de las motos, de los perros tristes, del cláxon y de las conversaciones poco relevantes que se cuelan a traves de las paredes del segundo piso de mi casa. Son 34 soles, dice la señora con total tranquilidad, mientras mi rostro cambia al de sorpresa, intrigado la incongruencia entre el precio que tenía en mente y el que estaba escuchando. Iba a reclamarle por el precio, pero estaba algo cansado y quería llegar a casa y leer, leer un buen cuento y luego dormirme y terminar de leerlo en mis sueños, transformándolo en algo completamente nuevo, irreconocible.

No pude resistirme a tomar el libro nuevo, esa antología cuidadosamente forrada que había elegido al final. Deslizándome por las primeras hojas, leí un breve texto que analizaba de forma amplia la carrera del autor. ¿Realmente era así de conocido?, me formulé varias veces mientras leía su paso por la universidad, por el posgrado en un país europeo, sobre sus premios en diferentes naciones y sobre sus obras anteriores, un poemario y una novela breve. Un pequeño pinchazo recorrió mi cuerpo, me sentía algo culpable por no leer la primera obra de aquel desconocido y tal vez a esa persona no le hubiese gustado que leyera su tercer libro. 

Cuando me dirigí a leer la primera historia, pude observar como el protagonista trataba de buscar entre las cartas de sus padres y de otros familiares, el contexto de una historia que escuchó durante toda su vida y que cada vez que la escuchaba, se sentía más inverosímil, más imposible, más demencial. En su afán de encontrar respuestas, el protagonista logró entender que la historia había sido la misma siempre y que no se la habían contando diferente, sino que a medida que iba creciendo, la entendía cada vez mejor y lograba encontrarle otro significado. Me gustó esta historia y me sentí identificado, ya que como este personaje, siempre ando complicando mi vida y olvidando que las historias se pueden leer de muchas formas.

Seguí leyendo varios cuentos más, pero me causó especial atención la historia de un joven que se enamora de una muchacha: ella es hermosa como ninguna y especial, de belleza indescriptible y de un genio estupendo, al mismo tiempo que es un ser misterioso, va a la playa y trata de dibujar en la arena y perpetuar su nombre en ella, a pesar que las inclementes olas borras sus grafías. Luego el hombre pierde a la mujer y la busca con ahínco, con temor, con tristeza y finalmente se resigna. Al final, ella aparece en un cuaderno, todo este tiempo esta mujer nunca existió y siempre fueron otras personas, estas fueron reemplazadas en sus recuerdos por la chica de sus sueños y al final las fusionó en su psique, convirtiéndolas en su amada perfecta, inmaculada e indescifrable. Se notaba el claro sarcasmo en las líneas y aunque concluí que esta chica no terminaría siendo la mujer perfecta, no me percaté que en realidad el autor había dejado pequeñas pistas para que sus lectores identificaran la verdadera identidad de la chica.

Al llegar a casa, dormí durante media hora antes de continuar con la lectura. Tras despertar, decidí terminar con mi lectura y finalmente acabar con el libro. Leo la última historia con extrañeza. La historia narra con exactitud cada una de las cosas que hice en el día de hoy: la compra del libro, el cambio de precio, las historias que me gustaron, mi sueño. Llego a lo que sería el penúltimo párrafo y me veo reflejado, no como en los espejos que muestran una realidad que puede ser interpretada por el estado de ánimo, veo que yo soy el cuento. Yo estoy leyendo esta oración este mismo instante. Ya no puedo recordar más allá de estas líneas pasadas y sigo a la deriva de una historia que se escribe al mismo instante de lo que se lee, no puedo saber nada más hasta que se acabe. Pero, ¿quién me dotó del conocimiento de que este es el último párrafo, si yo no puedo saberlo con certeza?

Río fuertemente mientras me alejo de ese último pensamiento, el cual sería un pésimo final para una historia escrita en un blog que nadie lee. El último cuento tenía una idea similar, alguien pensando en algo y al final descubre que todo era un sueño. Me terminó gustando mi idea, de que esta realidad que estoy viviendo sea una historia es
crita por alguien más, para poder así echarle la culpa por su mal manejo de personaje. 

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