Nunca me imaginé dejando voluntariamente
Barbieland. Siempre creí que mi vida entera estaría ligada a Barbie, a observarla
a la distancia, a tratar de conseguir su atención, de ser su prioridad en todo
momento. Algo en mi interior siempre me decía que esa era mi meta, que necesitaba
hacerla feliz, de protegerla y velar por ella en todo momento. Pero ahora que
estoy fuera, empiezo a cuestionar aquello. Ella ya era feliz en su mundo color
rosa, yo en cambio era un mero accesorio, el cual solo se podía poner frente a
las olas inmóviles y “playear”, quedarse en la arena y lucir bien. Nada más.
Ahora que puedo ver el verdadero océano, todo
lo que creía sobre mí, ha desaparecido. La Barbie que quería me dejó las cosas
muy en claro: no era parte de su vida, ni siquiera como un accesorio. Me
mencionó que debía buscar mi propio propósito, ya que todo lo que hice desde el
momento en que la acompañé, hasta el momento que traje el patriarcado del mundo
real, todo fue para complacerla y llamar su atención, hacerla feliz a mi
manera.
Ya no soy un Ken, creía que era kensuficiente
(ni siquiera recuerdo cuál era el significado real, si me conformaba con mi yo
actual, mediocre, o que era lo suficientemente capaz de realizar los cambios que
quisiera), pero ahora lo dudo. Mi mente sigue pensando en lo que realmente debí
hacer con Barbie, tal vez debí dejarla tener a otros Kens a su lado o tal vez
había algo más por hacer. No, ahora que he perdido la mayor parte de mi
identidad, tal vez sea momento de buscar algo nuevo, algo mejor, como lo hizo
ella.
En este mundo el mar es más libre, las olas se
mueven de un lugar para otro, llegan hasta la orilla en calma y luego regresan,
para repetir su ciclo. Yo también tenía un ciclo, pero ¿y si cada ola es
diferente a la anterior y solo es mi pobre capacidad de observación la que me
indica lo contrario? Ahora mismo no soy absolutamente nada, pero puede que exista
una forma para cambiar esta situación. Tal vez pueda hacer algo similar a lo
que pasó en Barbieland cuando el patriarcado se puso de moda, pero en esta
ocasión planeo hacerlo de forma progresiva, con calma.
Ha amanecido. Dormir en un sofá es algo incómodo,
pero te acostumbras. Gracias a la buena voluntad de un Ken que me invitó a su
departamento para pasar la noche, tengo un techo para dormir y no tengo que huir
de la policía ni dormir en la calle. Algo en mí me obligó a vender la mayoría
de mis bienes para tener algo de efectivo y no depender de la buena fe de mi
nuevo amigo. Tengo una sensación que hormiguea mi cuerpo, necesito encontrar
algo para hacer y así no incordiar a mi anfitrión. Camino todas las mañanas y
me dedico a buscar trabajos, pero hasta el momento no he logrado algo que me
diga: Ken, este será tu trabajo de toda la vida, para lo que estás destinado.
Así que en la tarde busco algún lugar para comer y regreso a la playa, el lugar
en donde más tiempo he pasado en toda mi vida.
Siempre que voy a la playa, tomo prestada la
tabla de surf de mi amigo y me quedo de pie, mirando las olas del mar mientras
pienso si estoy haciendo bien mi antiguo trabajo. ¿Existirán otros humanos
playa como yo? Prácticamente todos los que tienen la tabla de surf se quedan algunos
minutos mirando el mar y luego corren con ellas hacia el mar, colocándose
encima de ella y con mucho equilibrio empiezan a moverse entre las solas, se
deslizan de aquí para allá, repitiendo el proceso varias veces. Estoy seguro
de que puedo manejar esta tabla y hacer lo mismo que ellos, solo necesito
intentarlo. Voy corriendo hacia el mar con una resolución renovada.
…
Escuchó murmullos a la distancia, voces
distorsionadas que no puedo entender. Algo golpea mi pecho y siento como el
agua de mar es expulsada de mi cuerpo. Siento como el aire vuelve a mi cuerpo,
abro mis ojos con desesperación y veo a alguien. “¿Barbie?”, digo sin pensarlo
dos veces.
Una joven mujer de cabello rubio empieza a
reír.
—¿En serio eso es lo primero que le dirás a la
persona que salvaste? ¿Debo sentirme halagada o molesta?
Mirándola con más detalle, la mujer vestía esos
trajes azul oscuro que llevaban los otros surfistas y tenía el cabello sujetado
a una coleta. También pude ver sus ojos, que no eran azules, pero si de un color
miel. Mientras yo trataba de asimilar lo que estaba viviendo, ella continuó
hablando.
—Voy a llamar a una ambulancia. ¿Tienes seguro?
—¿Seguro? ¿Qué es eso? —pregunté casi de
inmediato.
Ella me miró extrañada, pero luego volvió a sonreír.
—No es tiempo para bromas, Ken. Barbie surfista
y rescatista necesita llamar al 911 para que te revisen. Así que quédate aquí,
tal vez ellos sepan sobre tu seguro, a menos que hayas venido de Barbilandia.
No pude creerlo. ¿Era ella una Barbie? Por la
forma en la que hablaba, parece que ella ha estado mucho más tiempo en este
mundo real. ¿Hace cuánto que había escapado y establecido en este mundo? Puede
que ella me ayude a adaptarme mejor en este lugar que no entiendo. No, lo mejor
sería irme y dejar de incordiarla. Debo dejar de depender de las Barbies y
comenzar mi camino solo. Es una pena que la tabla de mi amigo se haya perdido,
tendré que conseguirle una nueva pronto y para eso, tendré que aceptar algunos
de los trabajos que no me parecían atractivos.
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La joven surfista había ido hacia su auto que
había dejado cerca. Entró al automóvil con el traje puesto y buscó su celular.
Salió de él para buscar al chico que había rescatado, pero no lo encontró. Ella
volvió a sonreír mientras miraba su móvil.
—Nos volveremos a ver—dijo mientras caminaba
hacia la playa y observaba el atardecer.
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