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Casi Ficción - 12° aniversario: Sobre esteras y cuartos desordenados


Cuando se concibió la idea para crear un blog, en el cual tenía como meta ideas e historias, no se tenía un nombre para el mismo. Podría haber sido cualquiera: desde el rincón de Paul, el blog del Paul, los relatos de Paul o algo similar. Personalmente, creo que  lo más importante de cualquier blog, es el contenido. A pesar de que muchas personas crean que el logo y el contenido de marca también es importante, esta premisa no se encuentra en la mente del escritor novato, el cual tiene en su mente febril todas esas ideas que le han estado revolviendo la cabeza, que no le dejan dormir o recordar cosas tan triviales como la lista de compras para el día siguiente. Sin embargo, siempre es bueno tener un nombre que te haga sentir a gusto, el cual puedas compartir y sientas satisfacción al verlo cada vez que miras la cabecera de la página.

Es por eso que necesitaba un primer nombre para el blog (y también la plataforma te lo exige al momento de crearlo), así que decidí el nombre provisional de “un cuarto desordenado”. Esta idea tenía una premisa: las ideas caóticas que se encontraban en mi mente tendrían un nuevo hogar, en el cual no estaría como absoluto el orden. Todo lo contrario, el caos y la entropía dominaría el horizonte y para buscar entre sus páginas sería necesario usar un guía para encontrar el camino o el preciado objeto deseado. Por esta razón, el blog debería tener un nombre como ese, ya que sería sencillo de recordar y no habría problema alguno, a pesar de existir un orden entre las publicaciones del blog, las ideas seguirían siendo disonantes y la confusión todavía quedaría en pie.

Ingrata fue mi sorpresa al descubrir que existirían muchas más páginas con dicho nombre, incluso algunas tendrían una apariencia similar a la que buscaba, un lugar con relatos con poca conexión entre sí. Esto me entristeció aún más, pensando que la originalidad había abandonado mi cuerpo y mi blog quedaría como un proyecto ridículo, como un barco que no zarparía jamás y se quedaría en tierra, desmoronado.

Todavía no había colocado un fondo a la página, ni siquiera había escrito algo en el blog. Esta idea me hizo reformular mi proyecto. Necesitaba algo totalmente nuevo, algo que tuviera identidad propia, algo como “cuatro esteras”. Se me vino a la mente esa idea al querer hacer un tributo a la precariedad de mi vida adolescente, al mismo tiempo que construía ese espacio como una nueva colonización; así como todas estas epopeyas llevadas a cabo por personas necesitadas de un nuevo hogar, las cuales son capaces de absolutamente todo, incluso aventurarse en un espacio completamente desconocido y desolado, para luego  plantar pequeñas casas con paredes de esteras, las cuales servirán como fundamento para un nuevo hogar que irá mudando de piel, transformándose, hasta convertirse en una sólida edificación que albergará los sueños y futuros de las generaciones venideras. Yo también tenía esa ambición, quería conquistar la literatura, colocar las paredes provisionales e ir trabajando para construirme, para crecer como escritor. Sin embargo, no me sentía del todo cómodo con dicho nombre, no tenía esa energía ni la identidad que requería para esta labor.

Fue entonces en la cual se me ocurrió el nombre de “Casi Mediocre”. Este nombre es mucho más de lo que parece. Puede que lo haya explicado hace doce años, pero me parece insuficiente, por lo cual lo reiteraré ahora. Casi mediocre es una contradicción, porque al dejar las cosas “casi a medias”, ya no estarías siendo un mediocre, eres un irresponsable con atisbos de trabajo duro o eres un sujeto ejemplar con errores casuales. Tal vez buscaba luchar contra mis propios temores, que me acusan de mediocre por no terminar las cosas o hacerlas más, al mismo tiempo de luchar contra esa naturaleza y crear cosas interesantes, dejar ese irresponsable con pizcas de responsabilidad para ser lo contrario, un ser humano que se esfuerza, equivoca y corrige con constancia.

Con esa idea en mente, escribí el primer post de este blog, hace 12 años. Estaba lleno de ideas y de ilusiones, deseando escribir “Cursivas”, mejorar como escritor y lograr que mis historias lograran reconocimiento internacional, al punto de conseguir fama y dinero. Así es, tenía esos deseos mundanos y trataba de ocultarlos, esas ambiciones que se ocultaban debajo de la alfombra y nunca saldrían a la luz, ya que transformarían esa imagen virtuosa del escritor apasionado y enamorado por el arte, en un avaro más, adicto al dinero y a la popularidad de las masas.

Esto no ocurriría (y tal vez nunca lo hará), ya que la inconsistencia al momento de escribir, de escribir la inmensa cantidad de ideas, le ha pasado factura a mi popularidad, llevándola al mínimo histórico de visitas. Ahora este pequeño espacio se ha convertido en el “blog que nadie lee”, un habitáculo desolado, una vieja gloria.

Los pensamientos tortuosos y la culpa vuelven a mí, mordisqueando mi alicaída autoestima y llevándola a rastras, dejando todo lo que se me ocurre en la nada, el vacío absoluto que no perdona a nadie. Es por eso que, en los dos últimos años, he redoblado esfuerzos en seguir escribiendo, de olvidar las métricas y los números, recordar que el arte de la escritura es egoísta y, por lo tanto, cualquier visita es una invasión a mi propiedad, un ataque a mi privacidad que no debería ser permitido a nadie.

Esta es la razón por la que no me esfuerzo tanto por compartirlo, ya que la mera exposición, cae en la indiferencia y el resultado será el mismo. Ahora bien, en ocasiones comparto mis historias en redes sociales para observar la reacción del público y recibir consejos, pero ahora no tengo las intenciones con las cuales había empezado a escribir, solo tengo la intención de mejorar como escritor, a tal punto de sentirme totalmente satisfecho al momento de leer mis historias. O incluso más, llegar al nivel de los grandes autores que aprecio, aún si no lograse su fama o reconocimiento.

Espero que, si estás leyendo esto, lector anónimo, sigas acompañándome en esta aventura hasta el final.


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