Es por eso que necesitaba un primer nombre
para el blog (y también la plataforma te lo exige al momento de crearlo), así
que decidí el nombre provisional de “un cuarto desordenado”. Esta idea tenía
una premisa: las ideas caóticas que se encontraban en mi mente tendrían un
nuevo hogar, en el cual no estaría como absoluto el orden. Todo lo contrario,
el caos y la entropía dominaría el horizonte y para buscar entre sus páginas
sería necesario usar un guía para encontrar el camino o el preciado objeto
deseado. Por esta razón, el blog debería tener un nombre como ese, ya que sería
sencillo de recordar y no habría problema alguno, a pesar de existir un orden
entre las publicaciones del blog, las ideas seguirían siendo disonantes y la
confusión todavía quedaría en pie.
Ingrata fue mi sorpresa al descubrir que existirían
muchas más páginas con dicho nombre, incluso algunas tendrían una apariencia
similar a la que buscaba, un lugar con relatos con poca conexión entre sí. Esto
me entristeció aún más, pensando que la originalidad había abandonado mi cuerpo
y mi blog quedaría como un proyecto ridículo, como un barco que no zarparía
jamás y se quedaría en tierra, desmoronado.
Todavía no había colocado un fondo a la
página, ni siquiera había escrito algo en el blog. Esta idea me hizo reformular
mi proyecto. Necesitaba algo totalmente nuevo, algo que tuviera identidad
propia, algo como “cuatro esteras”. Se me vino a la mente esa idea al querer
hacer un tributo a la precariedad de mi vida adolescente, al mismo tiempo que
construía ese espacio como una nueva colonización; así como todas estas
epopeyas llevadas a cabo por personas necesitadas de un nuevo hogar, las cuales
son capaces de absolutamente todo, incluso aventurarse en un espacio
completamente desconocido y desolado, para luego plantar pequeñas casas con paredes de esteras,
las cuales servirán como fundamento para un nuevo hogar que irá mudando de
piel, transformándose, hasta convertirse en una sólida edificación que
albergará los sueños y futuros de las generaciones venideras. Yo también tenía
esa ambición, quería conquistar la literatura, colocar las paredes
provisionales e ir trabajando para construirme, para crecer como escritor. Sin
embargo, no me sentía del todo cómodo con dicho nombre, no tenía esa energía ni
la identidad que requería para esta labor.
Fue entonces en la cual se me ocurrió el
nombre de “Casi Mediocre”. Este nombre es mucho más de lo que parece. Puede que
lo haya explicado hace doce años, pero me parece insuficiente, por lo cual lo
reiteraré ahora. Casi mediocre es una contradicción, porque al dejar las cosas “casi
a medias”, ya no estarías siendo un mediocre, eres un irresponsable con atisbos
de trabajo duro o eres un sujeto ejemplar con errores casuales. Tal vez buscaba
luchar contra mis propios temores, que me acusan de mediocre por no terminar
las cosas o hacerlas más, al mismo tiempo de luchar contra esa naturaleza y
crear cosas interesantes, dejar ese irresponsable con pizcas de responsabilidad
para ser lo contrario, un ser humano que se esfuerza, equivoca y corrige con
constancia.
Con esa idea en mente, escribí el primer
post de este blog, hace 12 años. Estaba lleno de ideas y de ilusiones, deseando
escribir “Cursivas”, mejorar como escritor y lograr que mis historias lograran
reconocimiento internacional, al punto de conseguir fama y dinero. Así es, tenía
esos deseos mundanos y trataba de ocultarlos, esas ambiciones que se ocultaban
debajo de la alfombra y nunca saldrían a la luz, ya que transformarían esa
imagen virtuosa del escritor apasionado y enamorado por el arte, en un avaro
más, adicto al dinero y a la popularidad de las masas.
Esto no ocurriría (y tal vez nunca lo
hará), ya que la inconsistencia al momento de escribir, de escribir la inmensa
cantidad de ideas, le ha pasado factura a mi popularidad, llevándola al mínimo
histórico de visitas. Ahora este pequeño espacio se ha convertido en el “blog
que nadie lee”, un habitáculo desolado, una vieja gloria.
Los pensamientos tortuosos y la culpa vuelven
a mí, mordisqueando mi alicaída autoestima y llevándola a rastras, dejando todo
lo que se me ocurre en la nada, el vacío absoluto que no perdona a nadie. Es
por eso que, en los dos últimos años, he redoblado esfuerzos en seguir
escribiendo, de olvidar las métricas y los números, recordar que el arte de la
escritura es egoísta y, por lo tanto, cualquier visita es una invasión a mi propiedad,
un ataque a mi privacidad que no debería ser permitido a nadie.
Esta es la razón por la que no me esfuerzo
tanto por compartirlo, ya que la mera exposición, cae en la
indiferencia y el resultado será el mismo. Ahora bien, en ocasiones comparto
mis historias en redes sociales para observar la reacción del público y recibir
consejos, pero ahora no tengo las intenciones con las cuales había empezado a
escribir, solo tengo la intención de mejorar como escritor, a tal punto de
sentirme totalmente satisfecho al momento de leer mis historias. O incluso más,
llegar al nivel de los grandes autores que aprecio, aún si no lograse su fama o
reconocimiento.
Espero que, si estás leyendo esto, lector
anónimo, sigas acompañándome en esta aventura hasta el final.
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