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Yo Amo Corea (del Norte)–Episodio 1

 Que tal? ¿Triste por las pocas actualizaciones del blog? Si, yo también. El problema es que mi Musa (el internet) decidió darse un paseo de 5 días. Un suplicio para mí, que me he vuelto dependiente a este servicio. Ahora lo importante. Debo advertirles que los pensamientos vertidos en éste episodio de “Yo amo Corea (del Norte)” no son necesariamente los míos. Si quieren más explicaciones o dudas, la cajita de comentarios de la derecha bien puede servirles. O sino, dejen su comentario abajo. Disfruten de la lectura.




Diez años después.
Zona desmilitarizada de Corea. El término desmilitarizada es casi una ironía, ya que ambos bandos andan pendiente de lo que puede o no puede hacerse en el otro lado. Ambos lados de la frontera está fuertemente vigiladas. Cada segundo debe ser vigilado. Cada gesto debe ser observado. Distraerse era dejar una brecha, un punto flaco que el enemigo - porque hasta ahora no se ha firmado un tratado de paz entre ambas naciones- puede aprovechar. En el transcurso de la historia de la frontera han existido toda clase de problemas y ataques. Así que catalogar de exageradas las medidas de seguridad, es una franca estupidez.
Panmunjom. Área de Seguridad Compartida. En el lado norcoreano, dos militares mantienen vigilia frente a frente, a ambos lados, mientras un tercero se mantiene de espaldas, mirando hacia su patria. Del lado Surcoreano, el ejército de su país es apoyado por miembros Norteamericanos. Su formación es de la más evidente, mirada hacia la frontera enemiga.
En esta ocasión, la formación de los militares Norcoreanos había variado ligeramente. Tan sólo se encontraba uno de ellos. Mirando fijamente, de frente, inmutable. La formación surcoreana no había variado, pero los rumores no fueron ajenos a la situación. A las 10:00am, cinco horas desde que el solitario soldado mantuviera vigilia, altos mandos del ejercito estadounidense evaluaban la situación. Según sus conclusiones, la formación tradicional era una forma de impedimento de huida. Los dos soldados que se miraban mutuamente tenían órdenes estrictas, matar si su compañero intentaba desertar. Lo mismo era para el tercer vigilante, evitar que ningún otro miembro de su país lograra escapar usando esa pequeña brecha. Remplazar a tres soldados por tan solo uno sólo podía tener una respuesta: provocación. Corea del Norte deseaba demostrar que también poseía soldados tan fieles, que podían dejarlo todo un día y éste ni siquiera se vería tentado a huir.
Este joven no lucía diferente. No, era diferente. Algo se reflejaba en su mirada marcial, profundo odio. Algunos soldados surcoreanos, algo perturbados tuvieron que ser cambiados. Claro, no dejaron entrever su inquietud. Ésta se hizo notar en los barracones, mientras comentaban el hecho sucedido.
A las 7:14pm, el soldado norcoreano fue remplazado por otros tres de sus camaradas, un gran alivio para Norteamérica y Corea del Sur. No corría en riesgo la frontera, pero era incómodo para ellos observar una variación como la ocurrida.
Mientras tanto, en Pyongyang, Kim-Jong-Un recibió las noticias. El sujeto había superado todas y cada una de las pruebas que se le habían asignado. Jang-Song-Thaek, su tío, había aprobado el proyecto de probar la lealtad de los soldados. Todos pasaron la prueba, cosa que a Kim-Jong-Un le disgustó. Pidió un ajuste y las evaluaciones no serían a base de lealtad, sino de motivaciones. El joven líder pudo observar que la gran mayoría de estos eran vacíos, soldados que servían por que no tenían ninguna opción. Y no le molestaba eso. La gran mayoría de su ejercito esta compuesto de gente como aquella y lo sabía. Lo que necesitaba era alguien con un motivo tan grande, que podría mandarlo fuera del país y el susodicho volvería sin dudarlo. “El paraíso del sur” es tentador para cualquiera. Incluso su hermano mayor, refugiado ahora en China, escapó cuando pudo. ¿Existía el soldado perfecto entre sus tropas?
Completamente convencido de sus planes, continuó con su proyecto. En tan sólo dos fases, logró eliminar a la mayoría en una prueba imposible. Quedó sólo uno, Rim-Hyun-Seung, Primer Teniente del Ejército Popular de Corea. Los altos mandos siempre hablaban buenas cosas sobre él. Un excelente soldado, hábil en lo que se le encomendaba, resaltaba en una cosa, su capacidad de adaptabilidad. Su padre adoptivo, un General del ejército, lo había entrenado desde muy pequeño. No son conocidas en el país las adopciones, pero era un caso aislado, único. Desde sus escasos 10 años ya manejaba hábilmente armas de fuego.
Hyun-Seung soporto otras cinco pruebas muy difíciles, incluyendo la antes citada. Cuando terminó la vigilia, se le ordenó ir directamente a Pyongyang a dialogar con el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.
En el viaje, el joven oficial meditó sobre los últimos 12 años que habían transcurrido. El hombre que le había salvado la vida, su ahora padre, nunca terminaría de agradecerle. No entendía la razón por la cual había sido salvado. Se esmeró para que su padre se sintiera orgulloso de él. No podía olvidar su antigua vida, sus padres, su espejo. Y estaba dispuesto a cargar con ello. La culpa no la tenía él. Americanos, raza cruel, ansiosa de poder y terrenos. Cautiva a los inocentes, con un sueño de capitalista libertad. Las víctimas desconocen el verdadero monstruo que los controla, capaz de destruir una nación entera y fingir ser los buenos, los héroes. Americanos crueles y sin alma. Americanos malvados y sin corazón. Los culpables del desmembramiento de Corea. El mal, el verdadero mal del mundo.
Rim-Hyun-Seung no era idiota. Era idealista. Corea del Norte y sus líderes no tenían otra intención que la suya, unificar a Corea. Su país, consciente del poderío enemigo, se ha visto forzado a aislarse, para así evitar infiltraciones enemigas. ¡Ah, si tan sólo los americanos no existieran! Norcorea no se vería forzada a militarizarse y el pueblo tendría alimentación de calidad. La realidad era muy ajena. El pueblo se sacrifica por un bien mayor, y ellos lo comprendían. Comprendían las intenciones de los líderes y las seguían al pie de la letra. Eso era bueno, muy bueno.
Sus pensamientos fueron desvaneciéndose a medida que se acercaba a Pyongyang. La capital de los elegidos. Un gran privilegio el suyo haber pasado su infancia y adolescencia en la capital. Hyun-Seung cerro los ojos por unos instantes y se golpeó el pecho tres veces.
Jang-Song-Thaek, caminando pensativo por las instalaciones principales del ejército, se encontró con su sobrino y denominado “gran estratega”, Kim-Jong-Un. Su rostro redondo, sus ojos, su caminar. No parecía ser merecedor del título. Pero no lo conocía a plenitud. Algo se escondía detrás de sus ojos. Miedo. ¿Miedo? Es tan sólo un muchacho. Sea quien sea, carecía de algo que le sobraba, experiencia. Tenerle miedo era absurdo. Es más, era él quien manejaba a las fuerzas armadas, quienes lo conocían bien. El joven era sólo un títere, una pantalla. Y lo necesitaba. Así que lo dejaba ser a sus anchas. Permitió que hiciera el extraño experimento. Hasta le resulto gracioso el hecho que su sobrino decidiera buscar al “soldado ideal” de Corea del Norte. Un juego de niños.
De todas formas y para no dejar sospechas, mantuvo una pequeña conversación. Ambos eran muy íntimos, así que no necesitaban tantas formalidades. Una pequeña reverencia mutua era suficiente cuando no se habían encontrado en tiempo, algo muy escaso, ya que procuraba acompañar de cerca todas las acciones de Kim-Jong-Un.
- ¿Ya ha culminado con sus planes? – inició Song-Taek.
- Aún no, pero todo anda conforme. – Kim-Jong-Un mostró su usual sonrisa.
- ¿Y el soldado? – mantuvo su tono formal, pero el sarcasmo era claro.
- Bien, superó la penúltima prueba. Sólo le falta la más difícil de todas. Aún tengo en él puestas todas mis expectativas.
- Eso es una agradable noticia. ¿Realizará más pruebas como esta en el futuro?
-Lo dudo, sólo lo haré una sola vez. Lo necesito a él y sólo a él.
- Entendido. Lo dejo. Continúe con sus proyectos. Lo estaré esperando dentro de un par de horas. Hay asuntos pendientes.
- Iré. No se preocupes.
Y así terminó la conversación. Kim-Jong-Un retomó su camino, abordó su auto y se dirigió junto con su seguridad hacia el punto que había designado. Su plan era perfecto. Si el soldado aprobaba la última prueba… la fase 1 de su plan sería completada. Nada lo detendría. El viejo decrépito piensa que él es un títere, pero ya le demostraría todo lo contrario. Se ganaría la confianza del ejército. Controlaría al país. Era un hecho.
Había llegado al punto. El soldado, en posición de firmes, esperaba silencioso. Al verlo, saludó como era debido, una reverencia. El líder tan sólo atinó a mirarlo de pies a cabeza. Era el quien le dirigió la palabra.
- Primer Teniente del Ejército Popular de Corea, Rim-Hyun-Seung. Has logrado pasar las pruebas. Mantén la frente en alto, has logrado lo impensable, lo inimaginable. Te felicito. Pero falta una prueba, la más difícil de todas.
- Primero que nada, me siento muy honrado el ser elegido por usted, querido líder, para ésta misión. ¡Daré mi vida por Corea y por usted, de ser necesario!
- Es una misión arriesgada. Ese es el motivo de que hayas superado tantas pruebas. La lealtad la posee cualquiera, pero motivos como los tuyos nos harán grandes. Estoy seguro de ello. Bueno, ahora necesito que me acompañes.
Con un gesto, la guardia permaneció fuera del recinto, un poco llamativo almacén de armas. Era pequeño, de un solo piso y muy bien mantenido. Dentro del almacén no había nada fuera del otro mundo, algunos camiones de guerra, armas y demás. Hyun-Seung observaba con detenimiento cada objeto. Su último reto podría estar cerca.
Kim-Jong-Un se detuvo. Hizo un gesto a su acompañante. Hyun-Seung lo entendió y ejecutó al instante. El líder señalaba el piso. El soldado sacudió el polvo y encontró una manija, la giró y levantó. Era un pasadizo escondido. Cedió el paso al jefe supremo de las fuerzas armadas. Las luces se habían encendido automáticamente. Era un pasadizo bien iluminado y limpio. Cada dos metros había lámparas pequeñas que alumbraban el camino. Era un lugar estrecho, el cual permitía el pase de una sola persona. Kim-Jong-Un era el primero.
No caminaron demasiado, tan sólo unos 100 metros. Se encontraron con una puerta de metal, fuertemente enchapada. El joven líder extrajo de sus bolsillos una llave, la insertó, giró y un sonido seco le prosiguió. Lentamente, la puerta se abría. La sonrisa de Kim-Jong-Un era cada vez más grande a medida de que la puerta se abría. Rim-Hyun-Seung observaba con detenimiento cada detalle.
Era la primera vez que veía algo semejante. Toda clase de figuras extrañas, no eran personajes reales, eran más bien algo parecido a caricaturas. Las paredes adornadas con pósteres de dibujos animados. Tres estantes, uno lleno de libros coloridos, el segundo de discos DVD y el tercero de toda clase de objetos que no lograba diferenciar.
Primera vez en su vida que conocía un televisor tan grande como el de aquel lugar. Muebles de cuero y una cama. Una refrigeradora. Un baño. Y muchas cosas que desconocía. Demasiadas. Era un lugar colorido y lleno de dibujos de animaciones japonesas.
Kim-Jong-Un dio un rápido vistazo a su habitación.
- ¿Que opinas ahora de mí, Rim-Hyun-Seung?

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