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Yo amo a Corea (del Norte) - Episodio 2

¡Hola! En esta ocasión les traigo el segundo capítulo de esta historia, la cual no escribo desde hace muchísimo tiempo. Ojalá les guste, ya que la trama de la historia empieza a tomar forma. Es muy probable que tengan dudas al finalizar la lectura, pero no se preocupen, ya que esas dudas se irán resolviendo poco a poco. Sin más que agregar, les dejo con el capítulo.






Yo amo a Corea (del Norte) - Episodio 2 


 Rim no respondió.  El “querido líder” había anticipado la reacción de su subordinado. Es por ello que continuó hablando.

­– Todo lo que ves aquí, representa el mundo de afuera. Debo admitir mi fascinación por la animación japonesa, pero eso no es lo único que poseo en mi colección. Tengo muchos cómics, películas, novelas, videojuegos, revistas, e incluso discos musicales. La mayoría de ellos procede de los estados unidos, pero también hay algunos que provienen de otras partes del mundo. ¿Quieres saber por qué tengo todo esto?



– No, señor– Rim–Hyun–Seung respondió sin dudar.

– De todas formas te lo diré. Cuando estudié en el extranjero, me dediqué a aprender y conocer mucho más sobre la cultura de occidente.  Toda ella está manchada de capitalismo, de egoísmo, de odio, de orgullo, de mentiras. El mundo de afuera está hecho para que la gente consuma, gaste, y olvide. Y lo peor de todo es que ellos creen que tener todo eso los hace sentir únicos, especiales, privilegiados. Quise comprender como se sentía ser un muchacho ahogado en el capitalismo, en el vicio, en la mediocridad.


Y lo logré. Pero luego de ello, recordé a mi nación, a Corea del Norte. La extrañaba, la amaba más que nunca. Entendí plenamente que mí país era el mejor. Comprendí que debía ser yo, y solamente yo, el indicado para gobernar esta nación, el indicado para seguir el legado de mi padre y mi abuelo.  Y nuevamente, lo logré. ¿Y sabes por qué lo logré? Lo logré porque amaba de verdad a Corea, a mí Corea, a nuestra Corea.–

Kim–Jong–Un dejó de hablar por unos instantes. Observó a su interlocutor, el cual no se había movido un poco desde su posición inicial. Cambió su rostro a uno más serio. Preguntó:

– Primer Teniente del Ejército Popular de Corea del Norte, ¿Ama usted, realmente, a Corea del Norte?

– ¡Sí, señor!

– Bien. Ahora, ¿De qué serías capaz para demostrar tal amor?

– ¡Daría mi vida, señor! – Rim contestó inmediatamente.

– Eso lo puede hacer cualquiera, Primer teniente.

– ¡Haría lo que fuera necesario, señor!

– ¿Inclusive si te envío al extranjero, con un nuevo nombre y un nuevo oficio?

– Definitivamente, señor. No importa la orden, la cumpliría a cabalidad y volvería a mi gran nación.

– Excelente, Primer Teniente. – dijo satisfecho Kim–Jong–Un. –  De ahora en adelante, recibirás únicamente órdenes mías. Ningún otro oficial tendrá poder de mando contigo.  Dejarás el ejército y vivirás como un civil más en esta instalación. Te entregaré las llaves.  El resto de instrucciones las recibirás mañana. Alista tus cosas y espera en la puerta de tu casa a las 8:00 de la mañana. Eso es todo, puede retirarse.
– Entendido, señor. – Rim  saludó marcialmente a su líder, dio media vuelta y se marchó.


El soldado había salido de aquel recinto. Su convicción estaba renovada. El líder al cual seguía pensaba y sentía lo mismo que él mismo.  Era feliz, realmente feliz. Y más aún al saber que su nueva misión ayudaría en gran manera a Corea del Norte.


Dentro de su habitación, Kim–Jong–Un no era el mismo. Ya no era el hombre de la sonrisa fingida, ni el rostro de la nación más hermética del mundo. Dentro de su cuarto era simplemente Kim, amante de los ánimes, mangas y videojuegos. Ya llevaba bastante tiempo  sin mostrar aquel lado que guardó y escondió celosamente por tanto tiempo.  Ya no era Corea del Norte, era el mismo.

Kim tomó un manga de las repisas cercanas, encendió la computadora y el equipo de sonido. Se sentó en el sillón y se dispuso a leer aquel manga. Sólo tenía un par de horas más para volver a su estilo de vida usual.

___

He dejado de recordar mi pasado. Y creo que ha sido lo mejor. Cuando lo hacía, solo tenía recuerdos tristes, recuerdos dolorosos.  Era eso lo que me impedía disfrutar de mi vida actual.  Esta vida tan maravillosa, tan hermosa. Antes creía que me encontraba en un sueño, en una fantasía. Ahora ya no. Ahora sé que esta es mi realidad, la  que elegí y la que merezco. Ya no volveré al pasado, a los recuerdos que me impedían ver el paisaje que tengo frente a mí.

Corea del Sur, uno de los mejores países del mundo. El país del brillo eterno, como una estrella. Un país como yo, que sufrió mucho, y que ahora, olvida su pasado, continuando su emergente crecimiento.  No importa lo que digan de ella, es ésta nación la mejor de todas. No hay lugar más seguro, más alegre, más culto, más feliz, que Corea del Sur.

Las personas viven en tranquilidad, en prosperidad. Poseen plena libertad de realizar lo que desean. No existe ningún gobierno que les impida salir del país, ni seguir determinada política. Pueden escuchar la música que desean, leer los libros que deseen, ver las películas que deseen, absolutamente todo. Y lo que es mejor, Corea del Sur es un lugar abierto al mundo, a los turistas, que se enamoran de ella al visitarla.

Corea del Sur es amada no solo por sus habitantes. Cada vez son más las personas, de distintas partes del mundo, que sueñan con conocer Corea. Se esmeran día a día por saber más de ella, e incluso aprenden el coreano y difunden de todo corazón su cultura.

¡Amo a Corea del Sur! La amo tanto, que no quiero que los recuerdos tristes opaquen este sentimiento. Quiero mostrar al mundo entero lo hermoso de este país. Y lo haré, definitivamente.

Después de mi corta reflexión, decidí salir a la calle, a buscar un restaurante. No pienses mal, la comida del hotel es de la mejor, por supuesto. Después de todo, estoy alojado en un hotel 5 estrellas. Aun así, quiero comer algo diferente.

Busqué mi teléfono celular e hice una llamada a mi chofer. Cuando me encontraba en la puerta del hotel,  el automóvil estaba esperándome, con la puerta abierta. Me encanta la eficiencia de mi chofer, siempre listo para atender mis necesidades. Abordé el automóvil y él, amablemente me preguntó:

– ¿A dónde vamos?

– Al lugar de siempre– le respondí.

____

Rim–Hyun–Seung se sentía distinto con ropa de civil. A aquella hora tendría que estar en el cuartel, realizando diversas actividades relacionadas con la defensa del país. Ahora, la situación era distinta. Tenía una misión. No sabía totalmente de que trataba, pero eso era lo de menos. Simplemente recibiría las instrucciones, como siempre, y las ejecutaría  sin dudar.

Se encontraba esperando en la puerta de su casa desde las 6:30 a.m., con una maleta color café al lado izquierdo. Cuando finalmente fueron las 8, un carro negro apareció. Se abrió la puerta del vehículo y una voz conocida lo invitó a subir. El realizó un saludo marcial y abordó el transporte.

El destino era el mismo que el de ayer. Y el procedimiento fue el mismo: el auto entró al estacionamiento, los pasajeros bajaron y el vehículo se retiró rápidamente. No había nadie, salvo ellos dos. De todas formas, siempre habían guardias fuera del recinto, que no dudarían un solo instante en disparar a cualquier persona no autorizada, pero esos guardas no tenían forma de saber lo que pasaba allí dentro.

Nuevamente entraron a la habitación. Kim–Jong–Un se sentó en el único mueble del lugar, tomó un manga, y lo abrió. Mientras pasaba las hojas rápidamente, empezó a hablar:


– Rim–Hyun–Seung, su primera orden será entender la cultura occidental. Para ello se quedará aquí y leerá los libros, verá las películas y escuchará la música que se encuentra dentro de esta habitación. Cada fin de semana, vendré personalmente a revisar el resumen de lo que haya leído, visto o escuchado.  Puede salir tres veces al día, a cualquier hora.  Recuerde que esta es una misión secreta, no debe brindar ningún detalle a nadie, excepto yo. Eso es todo, nos vemos la próxima semana.


– Sí, señor– respondió Rim.


Kim–Jong–Un se puso de pie y entregó el manga que tenía en manos. Luego de esto, se retiró. En cambio, Rim–Hyun–Seung permaneció en pie, mientras miraba el libro repleto de imágenes  que le entregó el líder norcoreano. Era una misión y se la tomaría muy en serio.


___


Es día en Seúl. La noche anterior la pasé fenomenal. Es por eso que me he despertado un poco tarde, más o menos a las 9:30 a.m. El desayuno lo recibí en mi habitación,  pero eso no era lo que importaba. Estaba esperando una llamada muy importante. Ojalá llame pronto, porque me estoy empezando a preocupar.

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El Primer Teniente de la República Popular de Corea del Norte, había terminado de leer el manga que le habían encargado leer. Colocó el objeto en la repisa en donde había sido extraído, y tomó el siguiente. Justo cuando se disponía a leerlo, divisó una revista que se encontraba al lado de la computadora. Rim inmediatamente se dirigió al lugar, para tomar la revista y colocarla en un lugar más apropiado  para ella.

Se tardó un poco de tiempo en recogerla, ya que en la portada de la misma, había un rostro familiar para él, demasiado familiar.  Tenía ciertas diferencias en el rostro, pero él podía reconocerlo.

– Hermano.

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