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Los logos de Casi Ficción

Como habrán notado, el logo de Casi Ficción ha vuelto a cambiar. La pregunta que alguno de vosotros se estarán haciendo es: ¿Qué significa eso? Pues, para ello debería contarles un poco de cómo nació este nuevo logo.

Todo empezó  hace algunos meses, cuando meditaba en la posibilidad de cambiar el logo de mi blog.  Mientras realizaba mis actividades cotidianas, escribía o garabateaba en un pequeño cuadernillo las posibles ideas de lo que vendría a ser el nuevo logo. Constantemente pensaba que esta tenía que representar al blog en sí, lo que significa y lo que está escrito en él. Las ideas siempre fluían, pero nunca lograban manifestarse por completo. Y no sé si has pasado por esto, pero es estresante.






Es por eso que ahora yo creo en la suerte. Y no creas que de ahora en adelante me verás con mi pata de conejo y otros amuletos. Sí, creo en la suerte pero no creo en la manipulación de la misma, para mí, manipular la suerte es imposible y por ende, nuestro destino en cierto sentido está dominado por ello. Por supuesto, muchos dicen que la suerte no existe y que todo depende del esfuerzo que uno hace. Yo pienso que no podrían estar más equivocados. No niego que las personas, con esfuerzo han logrado llegar lejos, pero los humanos estamos condenados a cierta casualidad, a las probabilidades de que algo pueda salir bien o mal. No existe un «perfecto» ni un «imposible» si no es gracias a una pizca de suerte. 

Yo suelo sentirme como una persona con mala suerte. Sin embargo, descubrí con alegría que la suerte se presenta de muchas maneras y se puede visualizar de muchas perspectivas, el problema es que muchos de nosotros no logramos distinguir esas oportunidades afortunadas o elegimos las oportunidades erradas y funestas.  Yo pude distinguir una oportunidad que se presentó de forma insignificante, casi ridícula, y casi estuve a punto de no prestarle atención.


Era lunes y tenía que trabajar en el colegio en el cual enseño el curso de  computación (o informática, como quieras llamarlo) y llegó la hora en el cual tenía que ir a enseñar a los más pequeños, niños de 6 años. Los padres de estos pequeños son muy celosos con su educación, pero de la manera errónea: creen que si sus hijos no tienen algo puesto en sus cuadernos, significa que no han aprendido nada. Es un prejuicio que no me agrada, pero en parte tienen razón.


  Por ese motivo, primero realizo una clase teórica, en la cual escriben algo referente al tema a tratar; y la práctica, la cual sirve para ayudarlos a aprender a manejar la computadora en sí. 

Yo les había dejado a los niños que dibujaran y pintaran algunas figuras geométricas dentro de lo que vendría a ser una ventana de Paint. Y como toda aula, algunos niños terminan con sus deberes más rápido que el resto.  Y no siempre son los más estudiosos. Uno de ellos, llamado José, me entregó su cuaderno para que pegase su hoja en el cuaderno y revisara su tarea, y al ser revisado, dejó el cuaderno en mi mesa y se fue corriendo hacia su sitio.


Le presté atención por algunos minutos. Estaba buscando entre sus cuadernos  algo, ya que los sacudía uno por uno, y al ver que nada caía, los tiraba con fuerza a la mesa. Luego de repetir el proceso unas cuatro o cinco veces, por fin una colorida hoja cayó lentamente  a la mesa. Era un recortable de una serie popular. Al ver esto, el pequeño soltó un grito de alegría que llamó  la atención del resto, tanto de niños como de niñas.

- ¡José tiene una de esas cosas para cortar de Gokú! – gritó su compañero, que por cierto, ni siquiera había empezado a trabajar.


- ¡De Gokú! ¡A ver, a ver! – escuché varias voces que repitieron casi al unísono.


Los niños iniciaron una mini revuelta. La mayoría de ellos fueron al sitio de José, olvidándose de mí por completo.  Empujaron las mesas, tiraron las sillas y se amontonaron en la mesa de José. Los que llegaron primero querían ver el recortable de más cerca y le pedían a José que se los prestara. Los que llegaron después, al ver que no habías espacio suficiente para poder ver la figura, empujaron a los primeros. Uno de ellos reaccionó negativamente y alistó su puño para amenazar con él. Era demasiado. Tuve que intervenir y llevar a cada uno de los niños a su sitio. Lo logré con la mayoría de ellos,  pero los que estaban más cerca de José los perdí, ya no tenían interés alguno en su tarea. 


José ignoró todo y se dispuso a recortar su figura. Buscó en su cartuchera unas tijeras y comenzó con el recorte.  El compañero que estaba al lado, al ver que José estaba cortando mal, quiso ayudarlo.


- ¡No! ¡Está mal! Yo te lo corto, dame. – dijo aquello mientras trataba de quitarle las tijeras.


José no dijo nada, actuó de inmediato, alejando tanto la figura recortable como sus tijeras lejos del alcance de su compañero.


- ¡Dame! ¡Dame! – siguió insistiendo su compañero.


José se puso de pie y se acercó hacia mí:


- Profesor, David me quiere quitar mi Gokú.


Regañé a David y le dije que hiciera su tarea o le pondría mala nota, pero el ignoró mi advertencia.


- Yo quiero ayudarlo. Está que corta mal, él no sabe cortar. – respondió David desde su sitio.


- ¡Es mío! ¡Yo lo quiero cortar! – gritó José, muy molesto.
Al ver que podía ocurrir algo peor, llamé a David y le pedí su hoja para pegarla. A cambio, dibujé una letra F con lápiz en una hoja en blanco y se la entregué.


- Toma. Corta la letra F. 


David no dijo nada más y se fue a su sitio, recortando la hoja que le había entregado. Para mi sorpresa, el niño era bastante hábil para recortar y realizó el trabajo con rapidez, mientras que José aún continuaba recortando su figura. Yo fui a su sitio, para revisar su trabajo y vi que la letra F había quedado abandonada en el suelo; David había tomado uno de los remanentes y emulaba tener un subfusil.


- ¡Miren! ¡Una pistola! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! 


Los niños volvieron a distraerse, pero en esta vez peor que la primera vez y con una sola premisa.


- ¡Profesor, yo también quiero una pistola!


Esto suena a mala experiencia, ya que luego de eso tuve que recoger  y tirar a la basura algunas de las F que habían sido dejadas al suelo.  En el recreo, todos los niños salieron con sus pistolas de papel a jugar al patio. Pero al ver las constantes figuras en las manos de los niños, algo… un extraño sentimiento embargó mi mente por algunos instantes. Antes que esta idea se escapara de las manos, tomé mi cuaderno y dibujé la una hoja con la F dentro de ella y borre las partes innecesarias.


Y es así como quedó.  

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