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More Coffee, Please - Episodio 1

Este es el primer episodio de esta serie nueva. Debo aclarar que los personajes y los hechos pertenecen a la ficción y eso. Esta historia tendrá mucha acción y algo de suspenso.

More Coffee, Please (Más Café, por favor)








Marcelo miraba el fondo de su taza vacía, tan vacía como él, según su propio sentir. Dentro de unos días más cumpliría al fin sus dieciocho años y por fin se convertiría en un hombre, un adulto capaz de tomar decisiones sin ser consultado por nadie. En cambio, Marcelo aún se sentía niño, no tenía ni idea de lo que haría a partir de ahora: elegir una carrera universitaria, graduarse, trabajar, formar una familia y seguir viviendo. ¿Para qué vivir, si moriremos en algún momento? Su optimismo, el cual desbordaba a principios del año pasado cuando cursaba el último año de la preparatoria disminuyó lentamente hasta quedar como el café que hasta hace poco ocupaba su taza, nada. Su vida había llegado a un límite, un agujero en el cual creía que nunca volvería a levantarse. Pronto pertenecería a la monotonía de afuera, con sus veredas grises, sus automóviles estancados en el tráfico, sus trabajadores que corren para llegar a tiempo y esperar 8 o más horas para regresar a casa y encontrar lo mismo, la televisión, la computadora, el celular, lo mismo, siempre lo mismo. ¿Podría hacer un cambio, una revolución, volverse un artista, vivir una vida bohemia o interesante como un protagonista de películas de acción? La realidad es cruel, y por más que no quería pertenecer al mundo de los adultos y a pesar de que en ese mundo no hay vuelta atrás, porque nadie puede volver a ser un niño, tendría que hacerlo. No, lo haría, lo haría porque eso está programado en su mente.


“Entonces, al final sí somos como las frutas”, concluyó Marcelo con un suspiro. 

El joven no se dio cuenta de que había estado hablando en voz alta. Adelita, la dueña y única empleada del pequeño negocio se acercó con su peculiar sigilo y tomó la taza vacía. Marcelo tardó unos segundos en percatarse.

- Doña Adela, sírvame más café, por favor.

- Cuantas veces tengo que decírtelo, me llamo Adelita. Así me pusieron.

Marcelo tampoco notó otro detalle. Cerca de ahí, otro joven lo había escuchado. A diferencia la vestimenta de joven modesto, polera con un dibujo de ánime y jeans azules de Marcelo , él lucía una chaqueta de cuero, gafas oscuras y pantalón negro, zapatillas de una marca muy conocida y cabello algo extravagante pero a la moda, parado como si se tratara de la cresta de un gallo. Esta persona aprovechó la breve conversación para acercarse más a Marcelo, sentándose justo al frente de él.

Marcelo se sorprendió nuevamente, pero esta vez no fué el primero en hablar.

- ¿Crees que todos los que están allá afuera son maduros?

Marcelo miró hacia la calle.

- No los conozco – respondió.

- Esa es la única diferencia entre un niño y un adulto. Los niños creen que todos los adultos son iguales, pero sólo un adulto sabe que allá afuera sólo existen muchos niños disfrazados de viejos, quejumbrosos y mediocres. Si pudiesen, cualquiera de los que está ahí afuera volvería a ser niño.

Marcelo miró hacia el techo.

- Incluso un juego de adultos es igual que uno de niños.

- ¿Juegos? - preguntó Marcelo mientras observaba el cabello de su interlocutor.

- Juegos extraños. - el sujeto se puso de pie.- Te lo contaré cuando seas un adulto. No te molestes en buscarme, yo te encontraré y te enseñaré sobre este mundo de niños viejos.

El joven de la chaqueta caminó hasta la entrada del local. Cuando estuvo a punto de sumergirse entre la multitud, dijo.

- Por cierto, me llamo Adrián. - Y se fué.



Marcelo cumplió sus dieciocho años en la casa de sus tíos, que aprovechando la ocasión, prepararon una fiesta a la cual asistieron muchos, se divirtieron muchos, algunos se emborracharon, excepto el propio cumpleañero, el cual miraba impasible al resto. Todos adultos, embriagados por licor o embriagados de una felicidad falsa y efímera, ya que mañana volverían a sus ocupaciones y serían lo mismo de siempre. Nadie se preguntó realmente si el agasajado realmente se estaba divirtiendo más que ellos, ya que era obvio que lo hacía ya que desde hacía cinco años que no celebraban algo tan grande. Marcelo recordó las palabras de ese joven, Adrián y se preguntó si realmente iba a aparecer o si le haría una llamada indicándole su lugar de encuentro.

Al día siguiente, Marcelo volvió a encontrarse con Adrian en el mismo lugar y en la misma mesa, pero en esta ocasión se encontraba acompañado de una mujer que bebía su café por sorbos pequeños. Sus ojos se mantuvieron fijos en los de Marcelo hasta se hubo sentado.

- Buenos días – dijo Marcelo.

- Ah, hola – respondió la mujer. Luego fijo su mirada en Adrián- Oye, ¿en serio
piensas meter a este chamaco en todo esto?

- Lo era hasta ayer. - sonrió Adrián-. Hoy ya es un hombre hecho y derecho.

- No me importa si ha cumplido los dieciocho o los treinta. - la mujer frunció el cejo- Es un niño, se nota con solo mirarlo. No puede jugar con nosotros. Es muy peligroso.

- Stefany, no te pongas así – Adrián trató de acariciar la mejilla de la joven dama, pero ella lo detuvo sujetando su muñeca.

- Ni hablar. Esperemos más tiempo. No hay tanta prisa.

- Tu no eres su madre, ¿o si? - Adrián bebió un poco de su café y continuó.- Ya no es un niño. Él asumirá con sus propias responsabilidades. Él tomará la desición.

Marcelo no entendía en lo absoluto la conversación entre Adrian y Stefany. Se le cruzó por la mente de que ambos discutían sobre su participación en un negocio turbio o simplemente era una pelea de pareja.

Las miradas de las dos personas volvieron a posarse en Marcelo.

- ¿Quieres saber lo que juegan los adultos? - formuló Adrián

Marcelo asintió.

- Es un juego de apuestas muy sencillo. Tres personas distintas apoyan a tres distintos bandos. El perdedor deberá invitar una taza de café extra a los ganadores por una semana. El juego se llama “The More Coffe Game” y requiere de exactamente tres participantes.

Marcelo quería preguntarle sobre aquel ridículo nombre y esa apuesta tan insignificante, pero no lo hizo porque quería esperar a que terminase la explicación.

- Un juego muy peligroso para un niño, en el cual sólo se apuesta una taza de café. Ridículo inclusive para mí.

- Un juego que sigues jugando, Steffany.

Dicho esto, Adrián sacó las cartas y le pidió a Marcelo que eligiera una de ellas.

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