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La tarea de Julito

Era más de las tres de la tarde, hora en la me disponía irme a mi casa, cuando vi a Julito con los ojos llorosos, acompañados con algunos compañeros de su salón y solidarios de otros grados. Al principio pensé que se trataba de algún problema entre niños y, por curiosidad, quise averiguar algunos detalles concernientes al hecho. Pregunté al alumno más cercano sobre lo que ocurría y las razones por las cuales Julito, alumno de cuarto grado de primaria, sección “A”, sollozaba desconsoladamente. El menor respondió con una sola palabra: injusticia; dejándome mucho más desconcertado que al principio.






Julio Gómez, conocido por sus amigos y algunos profesores con el diminutivo de Julito, tenía toda la apariencia de ser un niño retraído y mimado, ya que la primera vez que lo vi con sus zapatos muy bien lustrados, su camisa impecable y el peinado escolar que para mis prejuicios se terminaría convirtiendo en blanco de los abusones, fue ganando confianza entre todos, cosa que causo un poco de asombro, ya que incluso los más 'malcriados' le trataban con una respetuosa confianza que ni siquiera gozaban los docentes. El motivo, o debería decir “los motivos” por los cuales lo hacían, era dos: el primero era que Julito, aparte de ser un niño muy aplicado, le dedicaba algo de tiempo a ayudar a sus compañeros en el desarrollo de sus tareas. Esto lo hacía dos veces a la semana, alternando días y invitados. El segundo era incluso más simple, prestaba pequeñas cantidades de dinero o ayudaba con otros favores a quien lo necesitara.

Era evidente que Julito no había aprendido esto en la televisión. Su padre, el señor Gómez, empezó como vendedor de electrodomésticos en una cadena de tiendas y terminó creando su propia empresa en tan sólo diez años. Muchos dicen que la clave del éxito de este hombre era la forma con la cual trataba a todos, desde el jefe hasta el encargado de la limpieza, con un respeto moderado y nada pretencioso, que los hacía sentir felices y dignos. La madre del menor, la señora Gómez había copiado las cualidades de su esposo y se comportaba con mesura, escuchando siempre y hablando poco, almacenando los chismes de la vecindad y guardándolos en su memoria, para poder darle un uso más provechoso en el futuro. Lo que no sabíamos de ellos, cosa que descubriría después, cuando los padres retiraron al niño del colegio, era que ellos perdían la compostura cuando se les trataba con clara injusticia e incluso podían llegar a comportarse de una forma poco decorosa.

Pasaron quince minutos, pero la directora no salía de su oficina. Ella se encontraba dentro de la misma, discutiendo sobre un asunto con varios profesores de cuarto grado. Quise descifrar el tema de conversación mediante los labios de los protagonistas, pero fallé. De todas formas, pude arreglármelas para poder descubrir finalmente lo que sucedía. La mayoría de los niños, incluido el propio Julito se dispersaron del lugar y un par de minutos después, las puertas del salón se abrieron. La directora, con un gesto me invitó a que pasara y cerrara la puerta.

La profesora Andrea, tutora de la sección “A” del cuarto grado y por ende, maestra de Julito, me explicó de manera resumida el asunto.

- Profesor, tenemos un pequeño problema que al parecer, nos está tomando más tiempo en resolverlo de lo que pensamos. Resulta que hace dos semanas, avisamos a todos los alumnos de cuarto grado que debían presentar un trabajo grupal, representando a su sección sobre un tema de su elección. Para esto, los alumnos debían elegir a los representantes de su sección mediante elecciones, no importa el método, pero lo importante es que los alumnos eligieran de manera democrática a sus representantes. La maestra le entregaría una pequeña hoja, en la cual los elegidos debían colocar sus nombres, el tipo de elección que habían empleado y los votos a favor. Mírela usted mismo – ella abrió su maletín y me extendió un documento que había extraído del mismo-, es una hoja muy simple que un niño de su edad podría llenar. Bueno, lo importante viene después. Los niños seleccionados debían presentar un proyecto, entregar los detalles del mismo en un fólder y entregarlo a la dirección y al grupo evaluador. Luego de su revisión, ellos podrían presentarse para el día de la exposición, para que pudiesen ser elegidos por el público mediante una votación que nosotras, las maestras de cuarto estamos organizando.

- He escuchado un poco sobre el tema, pero si me disculpará, no le veo nada de malo en todo eso y tampoco veo la relación del mismo con Juli- me detuve en seco y tras carraspear, corregí- del alumno Gómez-

- A eso iba, profesor -respondió con calma la profesora Andrea-. El problema es que el jurado encargado de dar el visto bueno, un grupo de profesores de otros grados, encontró errores en los documentos que entregaron los alumnos, aparte de un detalle más, ellos no hicieron ningún tipo de elección interna, el alumno Gómez tomó el cargo sin consultárselo a nadie e inició con las investigaciones con un grupo que él mismo eligió. Por supuesto, ni siquiera se molestaron en entregar el documento que le detallé al principio. Yo les hablé en dos ocasiones que resolvieran el asunto – la profesora miró de soslayo a la directora- y como sabe la señora directora, ellos no me hicieron caso alguno. Normalmente, yo tendría que reprenderlos, escribir en su cuaderno de control el comportamiento desobediente y citar a sus padres, pero la señora directora me pidió que no lo hiciera, ya que con este trabajo se trata de inculcar en el alumnado los valores cívicos y asimismo, mostrarle las consecuencias de sus propias faltas de la manera más explícita. Es por eso que dejamos el tema de lado y ahora, el jurado verificador ha decidido descalificar al segundo grado “A” por sus faltas.

- Y el jurado nos ha conferido la decisión final, profesor Paul- intervino la directora con una seriedad que poco conocía

Quería dar mi opinión, pero era muy claro que esto afectaría poco o nada en lo que ocurriría después, así que con un saludo genérico, me retiré del lugar.

La situación era muy clara, Julito y sus amigos habían faltado a la normativa y serían desclasificados a pocas semanas del evento. Bajo circunstancias normales, los alumnos solo se interesaban en estos eventos por la nota o por otra clase de condiciones, pero este asunto era distinto, se trataba de una competencia entre aulas. Y cuando los colegios son los suficientemente grandes, la rivalidad entre salones es muy grande y el orgullo se muestra de forma muy implícita. Existe otro motivo que acrecienta todavía más el problema, el dinero. Se había prometido que el aula que lograra ganar el concurso recibiría un premio de quinientos nuevos soles y algunos regalos más. Hacer esto no me parecía del todo correcto, ya que realizar un concurso con dinero de por medio, sacaba lo peor de uno y los niños no necesitaban ver ese tipo de competencias. Cuando le dije mi punto de vista a la profesora de cuarto grado, ella me contestó con el pobre argumento que los niños de ahora son diferentes a los de antes y éstos están expuestos a todo tipo de competiciones y de muchos tipos. No le quise refutar nada más, ya que de todas formas veía con malos ojos el evento realizado.

Fué en ese momento que se me ocurrió la idea de tratar de conseguir el otro lado de la información y es así como cité a unos cuantos alumnos del cuarto grado y otros de sexto para preguntarles sus impresiones. Los cité a todos a la hora del recreo en el salón de cómputo y los senté a todos. Empecé con mi consulta.

- A ver, niños, quiero que me digan por qué está pasando todo esto. He escuchado lo que me dijo la profesora y...

- ¡Mentira!- gritó José, de la sección “A” - ¡Los directores no quieren que Julito gane! La china de “B” está asustada y los del “C” y del “E” también están preocupados porque ya no son tan populares, se quieren tumbar a Julito, profe. ¡No es justo!.

- Cálmate, José. - le repliqué. - ¿Por qué gritas?

Luego de unos segundos, otro niño, uno de sexto al cual no conocía muy bien, continuó con su versión.

- Es verdad, profesor. En mi salón, por ejemplo, varios muchachos están dejando de apoyar al salón de Carlos, porque hemos escuchado que en vez de hacer su propio proyecto, lo han plagiado descaradamente de un concurso pasado. También están hartos de la china, tu padre tiene mucha plata y por eso siempre gana todo. El resto de niños también son muy presumidos. ¡Julito es diferente, profe! ¡Por eso lo quieren tumbar, profe! ¡Ayúdenos!

Yo había citado algunos cuantos, eso recuerdo. En cambio, cuando el niño terminó de hablar, fué avalado por aplausos, gritos y silbidos de más de treinta niños que se las arreglaron para entrar. Inclusive llegué a escuchar las voces de otros niños al otro lado de la puerta. Un poco sofocado y más molesto, decidí salir del salón y pedir a los alumnos que se dispersaran. En medio del grupo que esperaba afuera, se encontraba el propio Julito, que no me miraba con su típico rostro de niño bueno, sino con la representación clara de la ira: cejo fruncido, los ojos enrojecidos y los puños apretados.

No le quise preguntar nada, porque probablemente Julito haría otro de sus berrinches, como el que hizo el día que se enteró que lo descalificarían. Con un “no te preocupes”, me alejé en silencio, acompañado por algunos niños que me gritaran que hiciera justicia, que no viniera a trabajar, que llamase a la UGEL Callao , etc. Los ignoré por completo y continué con mis labores normales otra vez.

Ya no me resultó extraño volver a ver a la profesora y tutora de cuarto “A” junto con dos niños del salón. La maestra, apenas me vió, me señaló un salón desocupado. Apenas cerró la puerta, uno de los niños empezó a hablar.

- Profesor, no sé que le habrá dicho Julito, pero la verdad es que no ha hecho las cosas como se debe.

- ¿Eh?

- ¿No se percató del un detalle particular? - me preguntó la profesora-. Pues le diré que es, esto se trata del documento que los alumnos representantes deben entregar. Un par de semanas antes de iniciar la convocatoria, dediqué unas tres horas para explicarles acerca de los presidentes y de la forma en que son elegidos. Los niños deben entender y aprender lo que significa una democracia. Pero de nada serviría si yo estuviese ahí para vigilarlos e imponerles todo. Es por ello que creamos el documento. Ese documento es muy sencillo e incluso les pedí que pegaran una copia en cada uno de sus cuadernos. También hice con ellos un simulacro y les indiqué a todos sin excepción, que hicieran una reunión entre todos los alumnos, propusieran los representantes. Les dije que hicieran lo siguiente: Primero, que los voluntarios levantasen la mano y escribieran sus nombres en la pizarra, luego se procedería a la votación. Y para finalizar, los elegidos por los alumnos debían llenar los votos conseguidos en la ficha, en la hoja que le enseñé y nada más. Tal vez usted piense que se trataba de algo complicado y difícil para un niño de su edad, pero no, todo lo contrario, se diseñó todo este proceso de tal manera que ellos lo desarrollaran sin ningún problema.


- Entonces el problema no es únicamente que no haya presentado el documento, sino que no se hizo la elección interna. ¿Me equivoco?

- En resumidas cuentas, ese es el problema. Pero existe otro. Hemos revisado que dentro de los integrantes de su grupo se encuentran algunos alumnos que no pertenecen a la sección.

Al terminar de escucharla, se me escapó una fuerte carcajada. Pero luego de pedir disculpas a los presentes, concluí.

- Es un berrinche de Julito. Me imagino que todo esto ya se lo hicieron ver al niño, pero él no entiende. Ahora tengo otra pregunta. ¿Saben si los otros alumnos tienen irregularidades como las de Julito?

Su silencio me dejó aún más intrigado.

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